De SERGIO CANO

24 diciembre 2005

¿HUMOR?

Hacer reír a la gente puede ser todo un arte, un despliegue de genialidad, de comunicación.
Pero hacer reír también puede ser demasiado fácil y, por supuesto, dañino, no solo para la persona víctima del embate humorístico, sino para los valores de una sociedad.
La broma de la COPE puede tener dos puntos de vista. Uno, el de la libertad de expresión, la mera broma sin trascendencia, la gracia fácil, el “tampoco es para tanto”. Otro, el hecho de que un grupúsculo de “cachondos” que comen de la mano de la Iglesia se metan de manera infame, lamentable, con dos personajes relevantes con los que antipatiza la cadena de los obispos: el Presidente del Gobierno de España y el que va a ser Presidente de Bolivia.
¿Qué pasa? Pasar, no pasa nada, pero el humor, la gracia, el chiste, termina donde empieza la falta de respeto, y el lector solo tiene que darse una vuelta por el dial para calibrar la inmundicia que se vierte a diario por la COPE. Porque informar con veracidad, opinar con argumentos, es otra cosa distinta a elevar, sólo por poner un ejemplo, a Nestor Kirchner a la categoría de “el Dioni de la Pampa”. No es nuevo. Conviene recordar la poca catadura moral de estos sujetos del Grupo Risa mofándose de los inmigrantes que saltan las vallas de Ceuta y Melilla.
La Iglesia, tras el affaire, se ha disculpado por lo sucedido. “Nunca ha sido su intención faltar al respeto al presidente electo de Bolivia”. Perdonen, discrepo. Posiblemente intención de la propia CEE no, pero, casi seguro, de los conductores del programa. Total, no iba a ser la primera vez que se cuestionase esta actitud de la cadena por parte de la Conferencia Episcopal, especialmente tras oír a Martínez Camino.
Sinceramente, no creo que la imagen del gobierno de España quede dañada en Iberoamérica. Por el contrario, sí que me preocupa la imagen que se va a tener a partir de ahora al otro lado del Atlántico de nuestros medios de comunicación, por la, una vez más, rechazable actitud de la COPE.
Se han disculpado, total, el mal ya está hecho, pero no hay que olvidar una cosa: la suplantación de personalidad es delito. Que se tomen medidas.

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