De SERGIO CANO

15 junio 2005

¿ESPAÑA A LA CALLE?

No es nueva (se ha hecho siempre) la tentadora pretensión que tiene la derecha española de identificarse a sí misma como la única y exclusiva España. En otras palabras: reducir España a ellos mismos. En otras palabras: ellos son España, los demás no.
Resulta hoy en día, pasadas las puertas del siglo XXI, preocupante esta ancestral y rancia tesis de apropiarse de la identidad española como rasgo cotado y característico de la derecha. Pero es especialmente alarmante porque tiene como eje transversal la exclusión del adversario de esta condición, sospechándole, cuando no despojándole, de su nacionalidad y colgándole el nada gratificante galón de enemigo de España, traidor a la patria, confabulador, títere, pelele o vendido a los enemigos de la nación. Son estas unas proclamas más propias de otros tiempos y que parecían superadas.
Estos postulados ya los creía yo desterrados en los libros de escuela de la etapa preconstitucional y en rinconcitos ultrareaccionarios que aún furulan por ahí. Pero no.
Digo esto porque ahora que el PP ha decidido basar su estrategia de acoso y derribo en la organización de una completa agenda de manifestaciones, transporte y manutención incluidos, ya no se manifiestan los sectarios, ni los socialcomunistas, ni los irresponsables, ni los antiespañoles, ni los enemigos de nuestros intereses, ni los manipuladores, ni los amigos de los dictadores, ni los titiriteros, ni los pancarteros, ni los perros que ladran su resentimiento por las esquinas… Ahora se manifiesta España.
¿Se manifiesta España? Sí, se manifiesta España. Que salen a la calle 250.000 personas bajo la sombra de las alas de la gaviota azul: ¡se manifiesta España! Que ahora toca el turno a 30 o 40.000 personas disconformes con decisión de devolver unos expedientes a Cataluña: ¡se manifiesta España! Que el día de mañana invaden las calles de Madrid nosecuantasmil cristianas almas en protesta por el matrimonio homosexual: seguro que va a ser España entera la que se manifieste.
La realidad es otra: una parte de la derecha (autodenominada España) sale a la calle contra lo que el Parlamento español aprueba democráticamente. Se lanza constantemente la sospecha de que en este país se legisla y gobierna contra un grupo determinado de personas. Se exprime repetidamente la falacia de que en España no gobierna la mayoría, sino la minoría. ¿Resentimiento como consecuencia su impotencia parlamentaria? ¿Una búsqueda desesperada de la deslegitimación de la soberanía popular? Allá ellos.
La manifestación es un derecho cívico, sí, y muy respetable, faltaría más, y me alegro de que se ejerza (con sensatez y civismo, claro), pero sólo hace falta que los que hace pocos años ladraban su resentimiento por las esquinas echen mano de hemeroteca para sacar las vergüenzas y medir el inmenso diámetro de la capa de hipocresía que rodea a nuestros “populares”.
Es inmoral que uno se apropie de lo que no es suyo. Por eso es bueno ver que el PP ahora se da cuenta de que la calle no es de izquierdas, ni de derechas, sino que es de la gente. Por eso, sería igualmente bueno que se percatase que España, ser español, no es condición de derechas, ni de izquierdas, es de muchos millones de personas que con diferentes formas de concebir la construcción de un país superan a sus diez millones de votantes.

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